jueves, 24 de abril de 2008

Dos veces

Una vez sólamente he estado enferma. Y cada vez que lo pienso, agradezco la grandísima suerte que tengo de tener salud, y deseo con todas mis fuerzas que se curen aquéllos que estén enfermos.
Sólo una vez. Aunque esa vez mi columna dañada me llevase al quirófano y a una rehabilitación de siete meses.
Pero es muy duro recordar aquéllo.
Mejor cambiaré el tono de este post.

He dicho una vez. Excepto algún catarro y dos esguinces, nada. Muy chulita, yo, presumiendo de salud siempre. Nada de alergias, jaquecas, una otitis, miopía, nada...Yo me he dicho muchas veces: ”por no tener, no has tenido ni la gripe”, así, tuteándome, con confianza. Y seguía hablándome a mí misma: “Cristina, en Esparta te hubieras agarrado al monte Itome, fijo que sí”. Yo, bien creída, llamándome por mi propio nombre.

Una vez sólamente.
Hasta hace unos días. No se me está mal. Por sobrada.
Hace unos días un virus gástrico decidió entrar en mi cuerpo. Como si fuera un Alien de serie Z de estas pelis de Caronte, el puto virus no sólo entró sino que se quedó ahí, agazapado, incubándose a sí mismo. ¡Traidor! Según dijo la doctora la tragedia empezó el fin de semana y fue el lunes a las siete de la mañana el momento en el que el virus agresor decidió manifestarse. El muy cabrón obligó a mi estómago a expulsar fuera de sí todo tipo de materia sólida o líquida una vez y otra vez y otra y otra y...
Y en cada una de esas veces yo, hasta hace poco la más guay de las ciudadanas de Esparta, iba perdiendo fuerzas, ánimos, voluntad...
Me lo tengo merecido. Por creerme la más fuerte.
El maldito bicho provocó otro tipo de desórdenes como por ejemplo una subida de la temperatura que me hizo tener mucho frío y acabar metiéndome en la cama, atención, es difícil escribir ésto, pero allá va: ¡¡con calcetines!! Estaba perdiendo la salud pero acababa de ganar el premio a la cutrez.
La noción del tiempo se pierde cuando todo gira en torno al cuarto de baño, pero el hecho es que pasaron horas y horas y más horas del día siguiente y más y más... A esas alturas el malnacido se había apoderado no sólo de mi estómago, sino también de mis intestinos, mi ritmo cardíaco y de mi dignidad.
Y así seguí, oh, mísera de mí, sufriendo. Y cuando estaba a punto de entregarle al resistente virus hasta mi alma, el “Primperán” empezó a hacer efecto. Viva la Medicina. Y vivan Pasteur, Fleming, Koch, Lipster, el Dr. Barnard, Ramón y Cajal...y tantos otros que hacen posible que yo, por segunda vez, haya vuelto del túnel y siga en el mundo de los vivos.

Y para que se vea que no he exagerado nada, ahí dejo una foto de mí misma y de los efectos del jodido virus.
He sentido la fría mano de la muerte.


lunes, 14 de abril de 2008

Tal día como hoy

Tal día como hoy de 1931 se proclamó la Segunda República Española.

Y después, así hicieron que acabara...


TUS CUERPOS HAN ARDIDO Y TUS CAMPOS

INFECUNDOS DAN COSECHA DE HAMBRE;

RASGA TU AIRE EL ALA DE LA MUERTE;

TRONCHADOS COMO FLORES CAEN TUS HOMBRES

HECHOS PARA EL AMOR Y LA TAREA;

Y AQUELLOS QUE EN LA SOMBRA SUSCITARON

LA GUERRA, RESGUARDADOS EN LA SOMBRA,

DISFRUTAN SU VICTORIA. TÚ EN SILENCIO,

TIERRA, PASIÓN ÚNICA MÍA, LLORAS

TU SOLEDAD, TU PENA Y TU VERGÜENZA.

“Elegía española”
Luis Cernuda

miércoles, 2 de abril de 2008

Magia


Por diversos motivos hacía más de tres semanas que no iba al cine. ¡¡Más de tres semanas!! Hoy, además “día del espectador”, por fin he ido. Tenía ya muchas, muchas ganas.
Y es que el tópico de “la magia de la sala de cine”, es cierto. Porque ir al cine es eso, ¡magia!.

No hablo de ver algo en DVD. Es un maravilloso invento para guardar y ver y volver a ver las pelis que nos gustan, una y otra vez, y es imprescindible, claro está, para las pelis clásicas, pero no, no hablo de un DVD.
Tampoco hablo de grabarse cualquier cosa que den en la tele. Esos “filmes” terribles de las sobremesas del fin de semana en Antena3, o en Tele5.
No me refiero a esas descargas en las que importa más la cantidad que la calidad, ese “tengo bajadas de Internet más de doscientas películas” que te dice alguién que no sabe quién es Billy Wilder.
Ni de lejos estoy pensando en el “Home Cinema” por mucho “sonrround” que tenga ni en los terribles alaridos de Steven Seagal o Chuck Norris que salen de uno de los doce altavoces.
No. Nada de eso es magia.

Claro que tampoco se me ocurre ir a un cine un sábado a la sesión de las cinco y ver la última peli de terror made in USA. No hablo de compartir sala con catorce adolescentes de la ESO que entre grito y grito se comen veinte bolsas de patatas. No hay magia en ver cómo dejan una tonelada de palomitas tiradas por el suelo.
Ni pienso en ver el típico folletín romántico, ese que hará taquilla millonaria a base de los que dicen “mi película favorita es Titanic”.

Hablo de otra cosa. De otros horarios, otras salas y otros espectadores. Pienso en otros realizadores, otros actores, otros guionistas... Definitivamente, otras películas.
Hablo de consultar la cartelera y elegir. De ir y sacar las entradas y entrar a la sala. Estoy hablando de buscar la butaca y de esperar, con inquietud incluso, a que se apaguen las luces y se haga el silencio, y, entonces, ver cine.
Y después, cuando la película ya ha acabado, a la salida, hablo de la sensación que queda. La sensación que deja el sentir que, una vez más, se ha producido la magia.

 
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