"El Gótico" (Burgos, Abril 2005)
Hoy martes, 3 de abril, de madrugada, con la maleta lista para viajar mañana, se me ocurre que:
Uno:
Deberíamos, siempre que pudiéramos, subir en un avión y marchar lejos y tener presente que hay mundos y gentes a muchos kilómetros que merece la pena conocer.
Dos:
O conducir el coche sólo media hora desde la ciudad hasta los dos pueblos más cercanos que encontremos pensando que habrá alguién, en un lugar remoto, con el deseo de viajar al lugar dónde nosotros acabamos de llegar.
Tres:
La mínima muestra de educación sería aprender a decir “buenos días”, “gracias”, “por favor”, “adiós”,...en el idioma que corresponda. Sí, la persona que sabe inglés no sabe francés o al revés, lo normal es no saber bien ninguno de los dos idiomas, el turco es difícil y el cirílico de los rusos un alfabeto imposible...en cualquier caso, deberíamos hacer el esfuerzo.
Cuatro:
Al estar paseando por una calle de un casco antiguo, observando un cuadro pintado por ejemplo por Caravaggio, mirando una plaza típica de cualquier lugar,...convendría pensar en el momento único que estamos viviendo. E imaginar cuántos y cuántos otros, antes que nosotros, habrán disfrutado, quizás hace siglos, de esa misma calle, esa plaza, de ese cuadro...
Cinco:
Se impone en algunos lugares renunciar a las ensaladas y beber agua embotellada, pero eso no debería impedirnos estar abiertos a nuevos sabores, nuevos olores en las cocinas, y probar y disfrutar comidas que habitualmente no comemos, y beber nuevos licores.
Seis:
Sería bueno recordar a Kavafis cuando dice
“Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes, -tantos como puedas-...”
y comprar regalos, simples detalles que sean la muestra de que, a muchos kilómetros, durante unos instantes, pensamos en alguién.
Siete:
Por lejos o cerca que uno vaya debe siempre, siempre, volver. Siempre.
Ocho:
Se podrían pasar ratos muy divertidos y muy interesantes (y no sólo es deformación profesional) si se hiciera una visita, en todas las ciudades en las que se pudiese, a los museos de Ciencia y Tecnología. Y uno podría encontrarse con Galileo, von Braun, Lindbergh, los hermanos Wright o los Lumière, Volta, Edison...
Nueve:
Sería necesario, cuando se está en un aeropuerto pasando por controles, registros, escáners...no pensar en lo esclavos que somos por la necesidad de seguridad y repetir, pensando en Machado y en Soria: “caminante no hay camino...se hace camino al andar...”
Diez:
En este país de nacionalismos y nacionalistas, los de la “gran patria” y los de las “otras patrias” más pequeñas o medianas o lo que sean, podríamos agarrarnos ilusamente a la idea que una vez alguién expresó, la idea tan sencilla como imposible de que el nacionalismo se cura viajando.
Once:
Y sobre todo, por encima de todo, ocuparse de lo esencial, de lo imprescindible, dar importancia a lo que más la tiene y leer uno de los poemas de Gil de Biedma. Ese titulado “Compañeros de Viaje”.
"Madrid en ruso" (Aeropuerto de Domododevo, Moscú, Agosto 2006)