viernes, 28 de septiembre de 2007

En la pelu


Después de leer el divertido post de Rafael sobre los pelirrojos se me ocurrió escribir sobre mis experiencias en la pelu. Sí, es una estupidez de tema, chorrada monumental, lo sé, pero necesito desahogarme.
Y es que yo, en la pelu, lo paso mal. Sufro.
Los motivos son múltiples y variados, pero por concretar y ordenar ideas y frustraciones, seleccionaría tres:

uno
mi carácter, personalidad y determinación desaparecen por completo: las peluqueras hacen de mi pelo y de mí lo que quieren y no me atrevo a decir ni “mu”
dos
no soporto las conversaciones que la mayoría de las veces, por mucho ruido de secadores que haya, es imposible no escuchar
tres
desde la dueña a las empleadas, todas, en lo que a mí respecta, son más falsas que Judas

Empecemos por el punto tres que es el comienzo de unas horas que serán inolvidables para mí. Ese comienzo consiste en un derroche de halagos:
“oh...qué melena más bonita tienes con ese pelo ondulado tan natural...” “o sea...el color es precioso, oh...esos tonos pelirrojos, cobrizos...” “y qué largo, cuánto te ha crecido...ideal, ideal”
A los pocos segundos de la escena anterior, las mismas tres colegas me dicen con determinación:
“bien, vale, entonces escalaremos y cortaremos” “sí, y habrá que teñir de un tono oscuro, un color chocolate” “y luego peinaremos con la espuma alisante y la plancha para evitar los rizos”
Pienso con todo el derecho del mundo lo escrito en el punto tres, que son unas pelotas hipócritas, pero como ya estoy sufriendo lo descrito en el punto uno, me limito a sonreír tímidamente y cualquier intento de alegar algo acaba en un hilillo de voz que no llega a oídos de nadie. Dicen que van a aplicar una mascarilla de no sé qué y que tendré que comprar la crema y el chamú especial no sé cuántos. Quiero decir que no, que no...pero digo “sí, sí” y me colocan una revista de estas de cotilleos en las manos “¿esta te gusta?”, “no, ni ésta, ni ninguna", pienso, pero (me remito de nuevo al punto uno) callo e incluso leo las últimas hazañas de Britney Spears.

El punto dos es el más heavy de todos. La última vez que fui a la pelu tuve que soportar las siguientes conversaciones:
Una que está tiñéndose de color amarillo limón se queja de lo que llora el niño que acaba de tener, cuenta todo lo que sufrió a causa del embarazo, y culmina describiéndonos el parto, minuto a minuto, sin ahorrarse ningún tipo de detalle. Es de esas que creen que todas las mujeres, por el hecho de serlo, estamos interesadas en lo que una desconocida dilate o deje de dilatar. Y cuando la oigo hablar del momentazo “expulsión y/o extracción de la placenta” me entran ganas de pedirle, por supuesto educadamente, que se calle de una puta vez, pero como soy una persona sin personalidad (leáse el motivo uno), la que se calla soy yo.
Otra, muy joven, muy alternativa, con un pelo negro salpicado de mechas azules, le cuenta a la peluquera que no sale mucho, que a su novio no le gusta que ella salga, que es que la miran otros tíos y su novio se enfada, y que ella pues prefiere no enfadar a su novio...La peluquera le dice que “claro, claro...chica...es que es normal que se ponga celoso” ¿La laca afectará al cerebro? “Pero nena”, me entran ganas de gritarle, “¡que quién decide quién te mira y quién no, eres tú! ¡¡y sólo tú!!” Vale, sí, no diré nada, que mi carácter desapareció en el, a estas alturas, famoso punto uno.
La amiga de la parturienta saca del bolso las fotos de las vacaciones veraniegas: cincuenta o cincuenta mil, no sé. La mitad, con ella tomando el sol boca arriba, la otra mitad, con ella tomando el sol boca abajo. Dice “todo el día pillando moreno...no como mi hermano y mi cuñada que se iban por ahí a ver monumentos y museos...uffff...qué muermos”.
A estas alturas me da igual no tener ninguna determinación para decirle nada a nadie porque parece ser que las peluqueras han acabado conmigo y estoy a puntito de salir por la puerta.

Voy por la calle mirándome de reojo en los escaparates. Bueno, no está mal el corte. Y por las ondas no hay problema, volverán a aparecer en unos minutos. En cuanto al terrible color que me han dejado es cuestión de tres lavados que se vaya aclarando.

Pensaba, mientras iba caminando, en la del parto y el niño, pensaba en su amiga, en la Britney Spears, en la del novio...
Y después pensé en las mujeres de mi vida, en mis abuelas, mi madre, mis tías... Recordé lo mucho que han tenido y tienen de modernas y lo poco de “marujas”, en lo adelantadas y en lo inteligentes que fueron o que son a pesar de los tiempos que les tocó vivir. Pensé en lo poco, poquísimo, nada de nada que ellas se parecían a las de la pelu. Pensé en sus ganas de aprender y de disfrutar y de vivir, tan alejadas de los modos y maneras de esas otras con las que, por obligación, había pasado la tarde.
Sonreí, decidí ir a casa de mi madre para que se riera un poco de mi look y me sentí, aunque esa tarde sufrí como siempre sufro en la pelu, me sentí, digo, tremendamente afortunada.

martes, 11 de septiembre de 2007

NYC

Cumplí mi sueño y fui. Y me enamoré de una ciudad apasionante, fantástica, llena de vida y llena de gente abierta y acogedora.
Pero todo fue un poco más tarde de lo que me hubiera gustado. Porque cuando llegué la ciudad tenía, como si fuese una herida, un grandísimo agujero de más, y lo que es mucho más triste, dos Torres y tres mil Neoyorquinos de menos.


Fotos tomadas en la "Zona 0" de Nueva York en Julio de 2004

viernes, 7 de septiembre de 2007

Cuatro horas y veintinueve minutos

La madre, la más guapa y valiente, parecía estar de acuerdo con el padre, y eso que la respuesta de mi hermano al preguntarle yo cómo se sentía no era precisamente muy normal:

“--¿Qué quieres que te conteste? Te puedo contar muchas cosas, pero nada podrá mejorar lo que dice la canción de Serrat...”


En cuanto a lo de “que crezcan y que un día nos digan adiós”, creo hermanito que puedes hacer simplemente lo que nuestros padres hicieron con nosotros...y ya ves, ni pensamos decirles adiós nunca, ni hemos salido tan mal...

Dedicado con todo mi amor a Diego, que en estos momentos ha cumplido, exactamente, nada más y nada menos que ¡¡¡cuatro horas y veintinueve minutos de vida!!!

 
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