martes, 7 de abril de 2009

En el 2º puerta 3

Cuando el frío del invierno o la lluvia no nos dejaban estar fuera dándole patadas a un balón, patinando, o jugando a lo que fuese, poníamos en marcha el plan B. Y lo pasábamos igual de bien que en la calle o, incluso, mejor.
Era fácil. Se trataba de juntarnos toda la chiquillería del vecindario en uno de los pisos del bloque. La elección de en cuál era un asunto importantísimo, ya que según la casa las actividades variaban.
Por ejemplo en casa de María y Elena dibujábamos, cantábamos o hacíamos recortables. Todo debía ser en plan muy ordenado y civilizado, pero el caso es que, aún sin hacer el bestia, lo pasábamos muy bien.
En mi casa montábamos el tren eléctrico. Lo de que el tren diera vueltas y vueltas carecía de total interés para nosotros, claro, la diversión estaba en apartar la mesa del comedor y amontonar las sillas y extender todo por el suelo y decidir qué vía iba antes de qué otra, cómo montar el cambio de agujas, qué forma darle al recorrido...hubo agrias dispuestas técnicas al respecto, no exentas de violencia en algunos casos.

Pero de todos los pisos posibles que invadir cual okupas infantiles, uno de los favoritos era, sin duda, ¡el 2º puerta 3!
Y es que en el 2º puerta 3 vivía Paula. Y Paula tenía, (¡atención!) ¡¡¡el CinExin!!!


El CinExin era un artículo de lujo en nuestro barrio. Paula lo tenía. El CinExin y las dos películas que venían de regalo en la caja. Y hasta ahí. Porque una cosa es que los padres de Paula se estiraran y le compraran el superjuguete y otra que además le compraran películas de vez en cuando. No estaban los tiempos para semejantes extras.
Pero daba igual.
Aquéllas dos pelis, de un metraje de, segundo más, segundo menos, un minuto, dieron para mucho.
Porque lo de menos era ver a Goofy tropezar mil veces con la tabla de windsurf o a Mickey perder la caravana una vez y otra vez y otra vez... Lo guay era oír el ruidito de la manivela, enfocar a mano, desenfocar adrede, darle rápido rápido o muyyyyy leeeennnntooooo y ver como Paula empezaba a ponerse nerviosa
“¡que le des biennnnnnnnn!” “¡¡que me dejes darle a mí que es míooooooooooooo!!”
Y entonces, alguno
“¡¡¡¡¡nooooooooooooo que me toca a míiiiiiiiiiiii!!!!!”
y otros
“¡¡¡de eso naaaaadaaaaa que tú le diste el otro díaaaaaaaaaaa!!!”
y Paula, insistiendo sin ningún resultado satisfactorio para ella
“¡¡¡¡¡¡jjjjjjjjoooolíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin pero que es mííííííoooooooooooo!!!!!!”

El follón que formábamos era importante, sí señor. No es que estuviéramos en plan gafapastas en la filmoteca, no, ¡estábamos dándole caña al CinExin! Y eso conllevaba sus movidas y sus riesgos. Y era genial.

A tanto pasarlo bien también contribuía la madre de Paula, la señora Adela, que por resumir podría decirse que nos dejaba hacer en todo momento ¡lo que nos diera la realísima gana!. Sí, sin lugar a dudas, el 2º puerta 3 era como la autopista sin peaje de la diversión. Y en el ranking de madres con infinita paciencia, la señora Adela ocupaba los primeros puestos.
Incluso nos buscaba trapos, sábanas viejas, cuerdas... para hacer lo más parecido a una pantalla para proyectar, ya que aunque el interior de la propia caja del CinExin servía para ello, no era lo suficientemente grande para nuestras ansias de buen cine.
No hacía falta ser un lince para saber que lo divertido era acercar el proyector y verlo todo pequeñito pequeñito y con unos colores super intensos y después alejar y agrandar la imagen tanto como la habitación diera de sí. Y por mucha sábana que tuviéramos, acabábamos enfocando sobre la pared, lo cuál, dados los dibujos nada discretos del papel pintado, provocaba más de una imagen curiosa.
Pero hablando de superficies de proyección, ¡¡nada como el techo!!
La habitación de Paula tenía dos camas, y allí acabábamos todos tumbados, a mogollón, y viendo a la factoría Disney por las alturas, esquivando las tulipas de la lámpara.
Y era entonces, en medio de la oscuridad, cuando alguno ordenaba la acción más arriesgada que todo proyectista de CinExin debe llevar a cabo alguna vez en su vida:
”¡¡¡dale para atrás, dale para atrássss!!!”
y los demás, inconscientes, a coro
“¡¡¡¡sí, sí, para atrássss, rápido!!!!” “¡¡¡hacia atrás!!!” “¡¡¡hacia atrás!!!”
Y Paula, desesperada, sufriendo
“¡¡¡¡¡¡¡nooooooooooooooo!!!!” “¡¡¡¡¡que me lo váis a romperrrrrrrrrrr!!!!!!!”

¡Cuánto la hicimos rabiar! Pero éramos colegas y nunca llegó la sangre al río. Y siempre todos, también ella, por supuesto, lo pasamos genial con aquél maravilloso CinExin.


No sé si ahí empezó mi gusto por ver películas.
Lo que sí sé que empezó fue una especial querencia por aquella casa que nunca he dejado de visitar, por cada cuarto y cada rincón en dónde tan bien lo pasamos de críos todos juntos.
Y también empezó ahí, con el CinExin de por medio, la amistad con Paula, y el sentimiento que sigue, hoy en día, hacia todos sus hermanos.
Y desde luego empezó entonces el cariño profundo y para siempre hacia sus padres, que hicieron posible, entre otras muchas cosas, que un puñado de muy buenos recuerdos de nuestra infancia tuviera como escenario su casa, el 2º puerta 3.

11 comentarios:

1133k dijo...

En mi casa hubo uno, que debió disfrutar más mi hermana que yo (es seis años mayor) porque lo recuerdo perennemente estropeado.

Lo que si tengo grabado eran las instrucciones, donde te enseñaban a reparar la película empalmando los fotogramas con acetona.

Un beso insomne

M.Eugenia dijo...

Yo tambien tenía un cinexin.. que tiempos.Y cuanta paciencia tenían las madres porque lo que si se nos daba bien era dar guerra.

Vaya post chulo Cristina, creo que le va a encantar a mucha gente.
Un besazo

Caronte dijo...

Mola!! un amigo también tenía uno y cuando nos juntábamos montábamos los mismos pifostios...con el añadido de hacer "doblaje" con las pelis...qué tiempos.

Besos.

senses and nonsenses dijo...

jajajaja, pero igual igual. yo sí que tuve cine-exin, y sólo la película o dos películas que venían con la caja. fíjate, ahora me acuerdo de goofy y mickey, pero tabla de windsurf??? lo he borrado.
pero eso sí, estoy seguro que ahí empezó mi pasión por la proyección de luces y sombras sobre una pantalla en blanco.
me acuerdo más de las paredes que utilizábamos que de las películas en sí.

un abrazo.

Unknown dijo...

Oh... yo lleguè a concerlos cuando una amiga se lo regalò a su hijo.. aunque ya tenìa idea de que existian. éste que te cuento era de una princesa barbie.. y si, alguna ves en una reuniòn de no tan niños en casa, la nena nos los mostrò... y la magia se hizo.
Lo que lleguè a conocer en mi infancia fueron esos discos que miediante un artefacto ponias en tus ojos y mirabas... y le tirabas de una palanquita que hacia cambiar el fotograma.. tù sabes como se llama?.. Otro, y ahora que pasa cerca de aqui un parlante anunciando un circo, era una diapositiva que te tomaban en plena funciòn y revelaban en menos de veinte minutos. Cuando mirabas la diapo, que ya venia dentro de una pequeña càmara oscura a contra luz, se veìa la foto.
Ahora eso ha acabado, creo...

Un saludo. Lindo post para los que amamos el cine.

Anónimo dijo...

Cuando la infancia no se aleja del todo uno no tiene la sensación de que las cosas se vuelvan más pequeñas, cosa que si pasa con las sillas del colegio o con los columpios. Vigilar con la misma frecuencia el lugar de los recuerdos da una dimensión mayor a los sentimientos y una seguridad. Más que bonito, yo diría que el cine y esa casa son para tí como la rosa de los vientos: un punto de referencia. Y eso es más que bonito.

Entrañable post :)

Lluviané dijo...

Cristina, sencillamente me ha parecido una entrada magnífica, tierna, hermosa, llena de esos sentimientos tan cálidos que nos proporcionan los recuerdos de la niñez.

Soy de la generación (ayssss) que tenía muy pocos juguetes, pero que sabíamos sacarle partido a cualquier papel, chisme o caja, y donde una sábana o un capote podía ser el traje, el manto más lujoso de princesa que cualquiera pudiera pensar, y si me regalaban algo para leer, eso sí que era una fiesta.

Pero era todo tan creativo, tan ilusionante, ¡Hasta en la calle se podía jugar¡.

Es una pena pero parte de todo eso se está perdiendo. Niños encerrados y a veces muy solos. Demasiados juguetes.

Saluditos

Capri c'est fini dijo...

Fue siempre mi juguete anhelado, pero no lo conseguí. En mi caso también lo tenía una vecinita donde estabamos deseando que nos invitara para sacarlo y poner la habitación a oscuras y darle a la manivela. Aunque creo que tuvo más que ver por mi pasión al cine, Los Goonies que el Cinexin...

Gracias por recordarlo, qué tiempos!!!

Un beso.

la sacabera errante dijo...

Ni tuve ni conoci a nadie que lo tuviera,seguro que molaba. Y lo que mas molaba era ir a casa de los colegillas a fisgonear y ver que era lo que tenian ellos y tu no. Que cochina es la envidia.

Gus Planet dijo...

Hola Cristina! muy lindo tú post, cuánta ternura en tus recuerdos y ... comparto contigo en aquello que la señora Adela debió o debe ser una santa, con semejante paciencia!

Además rescato que todavia guardes a tus amigos de la infancia: a mi me han criado en tantos sitios que nunca pude retener a mis amigos. Claro, estaba muy bueno eso de hacer siempre amigos nuevos ... pero en el fondo envidio un poco a la gente que tuvo sus amigos de siempre, en la casa de siempre, en el barrio de siempre ...

A Bientôt y gracias por compartir tus recuerdos, una grata sorpresa!

Sebastián dijo...

ché a mi también me hubiera encantado poder estar ahí. qué bonito recuerdo. saludos

 
Directorio Web